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La furia del mar azotaba el barco pirata, zarandeándolo como si fuera un juguete. Los tripulantes, curtidos en mil batallas navales, se afanaban por mantener el control mientras la tormenta rugía con saña. Sin embargo, en el camarote del capitán, Ranpo Edogawa, la situación era completamente distinta.
Ajeno al caos exterior, Ranpo se encontraba enfrascado en un apasionado beso con su amado Edgar Allan Poe. Sus cuerpos se movían al unísono, tan ajenos a la tempestad como si estuvieran en un oasis de calma en medio del océano.