Bridget Wilson tiene un único propósito este verano: desconectar de los problemas que la separación de sus padres le lanzó encima, y supervisar que su madre sane su marchitado corazón. Con eso en mente, ambas viajan desde Toronto hasta Nelson, Columbia Británica, donde la abuela Marjorie las espera con los brazos abiertos y su típica sonrisa reconfortante. Sin embargo, el destino da una vuelta de ciento ochenta grados al enterarse que ella se ha mudado a un elegante y ordenado pueblo poco conocido lleno de misterios y rarezas. Entre un grupo de manipuladores, habitantes repletos de lujos, piedras poderosas y un desconocido de ojos esmeraldas a su espera, Bridget deberá renunciar a sus planes para sumergirse en las respuestas que todos le prohiben averiguar; a esas respuestas camufladas entre sus aliados de confianza. Porque abrir los ojos y permitirle a la mente vagar por lo imposible no es para cualquiera.

El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad. Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad. Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.