ibisalexa
Hace eones había sido la mejor guerrera del planeta.
Hoy estaba tumbada al lado de un perro callejero que tenía tanto frío como ella. Sus ropas harapientas no la protegían del frío aire invernal y contaminado de la ciudad. Nunca había pasado tanta hambre en su vida. Sus ojos se cerraban lentamente a causa del cansancio, pero no podía dormir. Ese era su castigo. Si cerraba los ojos podía vislumbrar el rostro del traidor que tanto sufrimiento le causó. Lo único que la mantenía viva era la esperanza de poder vengarse.
Eventualmente, perdió la batalla contra el sueño. Se durmió murmurando las dos mismas palabras que se habían convertido en su mantra: algún día...