A Alba le gusta levantarse temprano para ver salir el sol, o escaparse al final del día para ver cómo se esconde. No lo hace por estética: lo hace porque ahí, en el silencio entre el día y la noche, todo parece tener más sentido. Lo que no esperaba era ver a ese chico sentado a lo lejos, como si también buscara algo entre los colores del cielo. Se llama Joel. Y no, no es precisamente simpático. Al principio, él apenas la mira. Pero algo cambia. Un comentario sarcástico, una sonrisa inesperada, un "¿vienes siempre por aquí?". Lo que empieza como encuentros casuales bajo cielos naranja, se convierte en algo más. Pero Joel es un misterio que no siempre quiere ser resuelto, y Alba tiene sus propias preguntas sin responder. Alba creía que el amor era suficiente. Que si alguien te miraba como si fueras todo, entonces lo eras. Hasta que un día entendió lo más importante: que el amor que nunca debe faltar es el que se tiene una por dentro. Que quererse a uno mismo no es egoísmo, es sobrevivir. Y que a veces, soltar también es una forma de amar. Una historia sobre primeras veces, cielos infinitos y lo complicado que es entender el corazón cuando todavía estás aprendiendo a usarlo.