Ella solo quiere tocar. Tocar hasta que le duelan los dedos, hasta que la música ahogue el ruido de todo lo demás: el trabajo mal pagado, las facturas, los sueños que parecen siempre un poco fuera de alcance. Bajista de una banda emergente, se deja la piel en cada concierto de bar, soñando con escenarios más grandes y vidas menos grises. Él no debería estar allí. Pero ese antro lleno de humo, cerveza barata y guitarras desafinadas lo atrapa más que cualquier sala de conciertos con alfombras rojas. Él, pianista de conservatorio y heredero de un apellido que pesa, solo quería una noche distinta. No esperaba encontrarla a ella. Ella vive con los pies en la tierra. Él nació rodeado de nubes. Pero una mirada, una canción y un encuentro improvisado bastan para hacer que sus mundos colisionen... y, tal vez, también sus corazones.

En un mundo donde la realidad se desgarra por Velos invisibles, separando a la humanidad de lo mágico y lo fae, Aodhen nace con un fuego imposible de contener. Criada en las sombras, su vida es una hoja afilada, forjada en la magia, los secretos y la constante amenaza de un mundo que no la comprende. Mientras lucha por dominar el poder que hierve en sus venas, se encuentra con aliados inesperados y enemigos camuflados. Cada paso la empuja a cuestionar todo lo que creía saber sobre sí misma y el lugar al que pertenece. Entre lealtades y traiciones, Aodhen debe elegir su propio camino, descubriendo quién es realmente en un tapiz de luz y oscuridad donde nada es lo que parece.

Tanto Paige como Kayden llevan un tiempo intentando amoldarse a una vida que no les pertenece. Donde no se sienten ellos mismos, pero que a cambio los mantiene a salvo de las consecuencias que supondría vivir su propia vida. Paige termina en el pueblo de su padre por un contratiempo con su billete de tren y el destino, desde ese momento, no deja de ponerle delante al mismo chico. Una y otra vez. Como si alguien lo estuviese forzando a ser así. Como si ya estuviese escrito.