Lo que pretendía ser un Halloween tranquilo en el campus se convierte en una pesadilla para el grupo de amigos de Yeosang, quién está enfermizamente obsesionado con Ghostface. Lo que nadie sabe, es que Jongho está igual de obsesionado con él.

En donde, San y Wooyoung pertenecen a dos pandillas rivales, pero un secuestro fallido los une de una forma inesperada y prohibida. portada hecha por: @lunedream

En donde, hace meses que Yeosang no besa a nadie y San está dispuesto a ayudarlo a practicar, pero la realidad es mucho más complicada que eso. portada hecha por: @lunedream

Fue capturado. Aunque luchó con uñas y dientes, nada lo salvó de sucumbir ante la droga de los humanos. Sus extremidades se sintieron ligeras como plumas, densas como el agua. No pudo controlarlas, no pudo hacer nada para salvar su vida. No era la muerte lo que lo aguardaba; era un destino mucho peor. Alguien pateó su cuerpo, obligándolo a cambiar de posición. En un momento de sobriedad, su visión se despejó, dejándolo reconocer el cabello platinado, los ojos pequeños, la curva gruesa de los labios, los lunares. ¿Un salvador? No. Los sonidos también se despejaron. La voz del capitán Kim Hongjoong vibró en su caja torácica como si estuviera a tres centímetros de su cara. Mierda, esos piratas sí conocía. Esos piratas sí eran de esos crueles mares. -Song Mingi -soltó, atragantándose con las palabras. -Oh, bueno -dijo Mingi, arrodillándose a su lado. Wooyoung siguió con los ojos como su boca se torció en una sonrisa sádica, tan familiar que extrañaba-Wooyoung. Mi tesoro.

San piensa que está mal lo que está haciendo recién cuando se encuentra tan profundo en Wooyoung que no puede respirar. Con alcohol en sus venas, engañó a Yeosang. Sus estúpidas decisiones lo dejaron en un mar de culpabilidad en el que la corriente lo arrastra una y otra vez al olor de Wooyoung, a sus brazos, a su compañía. A recaer una y otra vez en la tentación. A dañar y ser dañado. A deshacer todo lo que una vez construyó con Yeosang. Wooyoung no se queda atrás, puesto que las insistencias de San juegan con su cabeza y Jongho comienza a sospechar de sus actitudes. Pero pronto los cuatro se envuelven en una complicada situación en la que se entierran hasta el cuello, y en la que nadie es inocente, rotándose la culpa como si fuera una granada, sin saber cuánto podrán resistir hasta que todo explote en sus caras.