El sentimiento incomprendido de estar ahogándose en el vacío soportando una vida sin propósito y sentido, estaría presente. Hasta que ves una luz, una luz que puede llevarte a una salida o a la destrucción absoluta.

Newt, un joven francés reservado y ajeno al caos del Caribe, llega a Haití para documentar el arte del carnaval. No esperaba encontrarse con un mundo tan vivo, ni con Thomas, un bailarín local que no conoce límites ni pide permiso. A través de él, Newt es arrastrado a un universo de colores, piel, libertad y deseo. Un mundo donde no existen reglas, solo pulsos que se sienten bajo la piel. Y a veces, lo más difícil no es quitarse la pintura... sino aceptar quién eres cuando ya no la llevas puesta.

Thomas trabaja en una agencia muy importante en EE.UU. Se reencontrará con un amigo de su infancia que abrirá el corazón cerrado del pelinegro. Pero el amor no siempre llega en el mejor momento.

En los salones dorados del Imperio Otomano, donde el poder se mide en susurros y el amor es un lujo prohibido, Newt es uno de los jóvenes esclavos adquiridos para entretener con su danza. Pero su destino cambia cuando sus ojos se cruzan con los del sultán Thomas, un gobernante temido, admirado... y peligrosamente solo. Lo que comienza como un espectáculo para el palacio se convierte en una obsesión silenciosa. Newt, atrapado en una jaula de seda, lujos y secretos, deberá decidir si el deseo del sultán es una bendición... o una condena.

CRUEL lo arruinó todo. Al forzarlos a inyectarse un suero que activa dinámicas alfa/omega, el laberinto deja de ser su único enemigo. Thomas, ahora alfa, siente cómo algo lo empuja irremediablemente hacia Newt, un omega que se niega a ser visto como débil o vulnerable. Lo que debería ser compañerismo se llena de tensión, miradas que arden y silencios que pesan. Ambos sienten repulsión, no por el otro, sino por lo que CRUEL ha hecho con ellos. El deseo, el apego, el vínculo... nada parece real. ¿Y si lo que sienten no es amor, sino solo programación biológica? Aun así, escapar del laberinto ya no es lo único que los atormenta: ahora, también tienen que huir de sus propios cuerpos.