La Puerta de Cadia yace hecha añicos, y con ella se ha quebrado la ilusión del orden. La luz del Emperador apenas parpadea más allá del velo, y el Imperio del Hombre se pudre entre la desesperación y el silencio. En la oscuridad que sigue, no sólo avanzan demonios ni pestes antiguas, sino las sombras vivas de una legión olvidada. Los Amos de la Noche regresan. Nacidos en las tinieblas de Nostramo, hijos del miedo y del juicio, los que una vez fueron heraldos del castigo recorren ahora los corredores del vacío como espectros hambrientos. No buscan redención ni gloria: sólo recordar al Imperio el precio del pecado. En su estela, los mundos se sumen en el pavor, y los hombres rezan a dioses que no escuchan. Desde las fortalezas ennegrecidas del Ojo del Terror parten partidas de guerra como enjambres de murciélagos: la Mano de la Penumbra lleva consigo el eco de un crimen antiguo, una deuda de sangre aún no pagada. En el Imperio Nihilus, donde la noche es eterna y la fe es un murmullo moribundo, los Amos de la Noche cazan de nuevo. Y en la oscuridad, nadie oirá tus gritos