carlaolanguiz
Cheryl pensó que el amor era sacrificio.
Que adaptarse, callar y no molestar era parte del juego. Que si no había gritos ni golpes, entonces no era tan grave. Hasta que un día se dio cuenta de que ya no quedaba nada de ella. Huyó sin mirar atrás, con una promesa rota en el corazón y un anillo que nunca se quitó. Seis años después, vuelve al único lugar donde alguna vez se sintió viva. No viene buscando segundas oportunidades ni finales felices. Solo quiere entender qué parte de sí misma dejó enterrada al irse.
Jace aprendió a irse antes de que lo abandonaran.
Creció con la certeza de que siempre decepcionaría a los demás, así que se adelantó a las despedidas.
Escondió sus heridas tras una sonrisa fácil y una actitud despreocupada, pero siempre supo reconocer la tristeza en los ojos de los demás. Por eso, cuando conoció a Cheryl, supo que ella también estaba al borde. Le tendió la mano sin condiciones, sin promesas. Y cuando ella se fue, no intentó detenerla, pero nunca la olvidó.
Ahora que el pasado los cruza otra vez, nada es igual. Ellos ya no son los mismos.
¿Será esta la oportunidad de sanar lo que quedó sin decir?
¿O hay heridas que, por más que lo intentes, solo pueden aprenderse a mirar... sin tocar?