-Ryu-Oni-
Nadie decía nada, aunque todos lo veían. Cada gesto, cada silencio, cada mirada contenía secretos que nadie se atrevía a nombrar. Quizá era respeto, quizá miedo a pronunciar lo que flotaba en el aire. Nadie sabía lo que ocurría realmente entre ellos, ni siquiera ellos mismos.
¿De qué hablaban esas miradas? Sus secretos se revelaban lentamente con cada amanecer; no era sorpresa para ella ni para él. Pero lo que sí era...
𝐼𝑛𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑑𝑜.
❝𝐿𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜, 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑖𝑑𝑒𝑟𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑚𝑖 𝑎𝑚𝑖𝑔𝑜❞
Las palabras cayeron como un golpe sordo. Ella creyó que todo había terminado; él permaneció inmóvil, observando cada salida del sol, radiante y frágil, bello y delicado como nada más. A sus ojos, ella era la gema más preciosa, un pedazo del sol que iluminaba y protegía sin que él lo supiera. No era ángel ni demonio; era un sol puro, y cada sonrisa penetraba su corazón.
❝𝐸𝑛𝑡𝑜𝑛𝑐𝑒 𝑚𝑒 𝑒𝑠𝑓𝑜𝑟𝑧𝑎𝑟é, 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑙𝑔ú𝑛 𝑑í𝑎 𝑚𝑒 𝑚𝑖𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑜 𝑡𝑒 𝑚𝑖𝑟ó.❞
Pero la vida, cruel y silenciosa, no concede siempre lo que deseamos. Pudo haber sido, pudo haber existido la posibilidad, o quizá alguien más esperaba su lugar. La respuesta se perdía entre la niebla de lo inevitable. Algunas luces no pueden pertenecernos, aunque iluminen nuestra existencia.
Y así quedó él, atrapado entre deseo y resignación, entre lo que siente y lo que jamás alcanzará. La nostalgia lo acompañaba a cada paso, recordándole que incluso los soles más brillantes no siempre pueden ser abrazados, y que algunas almas, aunque cercanas, permanecen fuera de nuestro alcance.