Zoey Reynolds crece al amparo de la desconfianza y la discriminación. Con el paso de los años, la vida parece menos ácida, en especial cuando conoce a Elizabeth Wolfe, quien la adopta como la hija que nunca tuvo. Bajo los cuidados de la generosa anciana, Zoey florece y se convierte en una mujer distinta a la niña que una vez abandonaron en la puerta de un orfanato con solo tres años de edad. Pero la vida le tiene reservada una prueba por sortear todavía más complicada que llegará envuelta en un metro ochenta y cinco de estatura, sonrisa sexy, y un físico capaz de cautivar a cualquier mujer. Una lástima que ella no fuera parte del común de las mujeres, y que Nick solo quisiera exponerla ante el matrimonio Wolfe como una caza-fortunas. Zoey conocía a los hombres de su tipo, y no iba a permitirle destruir lo poco que había valido la pena tener en su vida: una familia. Nick Wolfe es el dueño de un imperio naviero con sucursales en varios países de Europa, y disfruta al máximo los beneficios de ser un exitoso treintañero. Desde su divorcio, la mejor decisión de su vida, él prefiere disfrutar de la soltería con una mujer distinta del brazo en cada ocasión. El día en que se entera de que sus tíos pretenden dejarle una fortuna a la muchacha que han rescatado de la calle, Nick decide tomar acciones al respecto. No va a permitir que una timadora con cara de ángel e inteligente discurso estafe a su familia. Él está dispuesto a todo, y ha convertido la idea de desenmascarar a Zoey en su cruzada personal, hasta el punto de considerar romper una promesa que hizo tiempo atrás: no volver a casarse jamás. ¿Qué tan complicado resultará para Zoey y para Nick aceptar que del odio al amor existe una línea muy fina?

❝Vamos Bonnie, no seas una bebé, te estoy pidiendo algo simple. Sé que hay tensión sexual entre nosotros, apuesto que hasta Gemma puede sentirla. Así que ¿por qué no? Seamos amigos con beneficios❞ Text copyright ® oceanharryx ™ 2014

-¿Qué quieres de mi Eric? Te lo he dado todo-le grité fríamente y sin mirarlo, ni girarme- Me he entregado a ti, te he dado mi tiempo ,mi alegría, mis risas, mis llantos, mis sueños e incluso mis secretos-sentía un gran nudo en mi garganta que apenas me dejaba respirar-Ya no tengo nada más, déjame en paz-le pedí llevando mis manos a mi cabeza. Él se acercó a mí, no retrocedí, pero tampoco lo miré. -Ma belle yo...-dudaba, se pasó la mano por el pelo nervioso, como si se lo estuviera peinando aunque como siempre, lo único que consiguió fue alborotarlo más. -¿Qué más quieres?-susurré atorada por mis propios sentimientos. -Quiero darte un beso.