laagd2705
Nadie recuerda cuándo apareció por primera vez.
Algunos dicen que la Grieta nació de la soberbia de los antiguos, otros juran que fue el propio mundo quien la abrió para desangrarse en silencio. Lo cierto es que late. Respira. Y cada cierto tiempo, su eco se filtra en los sueños de quienes habitan demasiado cerca.
Los ancianos aseguran que su resplandor no es luz, sino un llamado. Que no ilumina: reclama.
Y cuando alguien escucha ese llamado, no hay camino de regreso.
Hester había escuchado esas historias desde niña, como todos. Historias dichas en voz baja, con la vela a punto de apagarse, como si las palabras mismas pudieran invocar lo innombrable. Pero mientras otros temblaban, ella callaba y escuchaba con una calma extraña.
Hester no lo sabía aún, pero la Grieta ya la había elegido.
Su cabello, oscuro como la ceniza después de un incendio, contrastaba con los ojos castaño oscuro que siempre parecían buscar algo más allá del horizonte. Había en su mirada una mezcla de terquedad y melancolía, como si el mundo en el que vivía le quedara pequeño y al mismo tiempo le pesara demasiado.
Algunos la consideraban obstinada, otros decían que tenía un corazón demasiado fuerte para un lugar tan quebrado. Su familia la necesitaba, su pueblo la retenía, pero en sus sueños la Grieta susurraba promesas que nadie más escuchaba.
Porque Hester no era una heroína. Era una muchacha común.
Y tal vez por eso mismo, el destino la reclamó.
Este no es un canto de victoria, ni una fábula de grandeza.
Es la historia de una herida que se abre.
De una joven marcada por sombras y fuego, que deberá elegir entre proteger lo que ama... o perderse en el abismo que la llama por su nombre.