bjornkun
Dicen tantas cosas en los salones de los cielos, historias que se repiten con voz baja, cubiertas por himnos antiguos y miradas que esquivan la verdad. Pero lo que nadie dice, lo que todos temen recordar, es que una vez, solo una vez, la luz se enamoró de la oscuridad.
Y no fue un capricho ni un error. Fue amor real. Fue amor con manos temblorosas, con miradas largas y silencios compartidos. Fue amor en su forma más peligrosa: el que desafía los límites, el que arde incluso en medio del hielo.
La luz, pura e inmortal, vio belleza en aquello que el cielo llamaba abominación. Y la sombra, marcada por siglos de oscuridad, encontró redención en los ojos de quien debía temer.
Se amaron en secreto, entre el murmullo de los astros y el temblor de las dimensiones. Su amor no tenía lugar en ningún reino, ni arriba ni abajo. Era un puente entre lo prohibido y lo eterno. Y por eso, precisamente por eso, fue condenado.