sole02p
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Inés Civit y Lynette Ladelfa nunca habían cruzado palabra.
Estudiaban en facultades distintas, tenían amigos distintos, y si se hubiesen visto por la calle, probablemente ni se habrían mirado dos veces.
Pero el segundo semestre de la universidad cambió eso. Una materia en común -esas optativas que uno elige sin pensar- las puso frente a frente.
Inés, estudiante de Comunicación Audiovisual, vive de observar. Le gusta el silencio, los días nublados y las películas que no terminan bien. Cree que el amor es algo que se construye, no que se busca.
A veces escribe cosas que no se atreve a decir, y otras veces calla tanto que ni ella sabe qué siente.
Su mejor amiga, Mariana Taurozzi, la conoce desde la secundaria. Tau es su contrapeso: espontánea, directa, caótica y leal. Donde Inés duda, ella actúa. Donde Inés calla, ella grita.
Lynette, en cambio, estudia Psicología. Habla con todo el mundo, pero pocas personas la conocen de verdad.
Le gusta pintar aunque no lo admita, el café con demasiada azúcar y las noches sin horario. Cree en las conexiones, en esas cosas que no se explican pero se sienten.
Su mejor amiga, Mercedes Bitzer, la acompaña desde que eran bebés. Son como hermanas: distintas, pero imposibles de separar. Mechi es racional, estable, y siempre termina arreglando el caos que Lynette deja atrás.
Y cuando la casualidad (o el destino, si se le quiere poner nombre) las une en una clase, algo empieza a moverse.
No de golpe. No como en las películas.
Sino despacio.
Entre conversaciones triviales, silencios que se alargan, y miradas que duran un segundo más de lo necesario.
Ninguna de las dos lo busca. Pero ambas lo sienten.
Como si lo que las une estuviera ahí desde antes, esperando que por fin se vieran.