A veces, el mundo simplemente se rompe. Nada tiene sentido. La luz desaparece y el universo parece conspirar para aplastarte. Pero, ¿sabes qué es lo peor? Que llega un punto en el que ya no necesitas enemigos. Porque te conviertes en el tuyo. Puedes correr, esconderte, cerrar los ojos, pero al final siempre terminas de vuelta en la misma habitación oscura. Esa habitación donde todo lo que temes, todo lo que odias de ti mismo, te está esperando, reflejado en las paredes. Andy estuvo ahí. Durante demasiado tiempo. Pensando que esa oscuridad era todo lo que había. Creyendo que si se encerraba lo suficientemente fuerte, si reprimía cada pensamiento, cada sentimiento que le hacía daño, podría mantenerse a salvo. Pero no fue así. Porque la oscuridad no desaparece. Se queda. Te persigue. Se oculta en tus sueños, en cada sombra, en cada rincón que intentas ignorar. Y, si no tienes cuidado, termina consumiéndote. "Por un tiempo pense que escapar era la respuesta. Que si corría lo suficientemente lejos, si me apartaba de todo, incluso de si mismo, podría ser libre. Pero estaba equivocado. Porque la oscuridad no era algo de lo que pudiera huir. Era parte de mí. Y aprender a aceptarlo fue más difícil que cualquier otra batalla que haya enfrentado." "No fue un camino que recorrí solo. A veces, necesitamos que alguien nos tome de la mano y nos muestre lo que no podemos ver por nosotros mismos. Porque esa habitación oscura, esa prisión en la que vivimos, no es solo negra. Tiene colores. Tonos que yo no podía distinguir porque estaba demasiado concentrado en lo que me dolía, en lo que me hacía daño. No se puede ver más allá de lo que uno no busca ver." -Andy. Este no es un cuento de hadas. No hay finales perfectos ni soluciones mágicas. Pero es el reflejo de mi historia. La historia de cómo aprendí a mirar más allá del negro. De cómo dejé de luchar contra la oscuridad para empezar a entenderla. Y, quizás, si decides acompañarme, también p