Entre escenas improvisadas, miradas que no actúan y mensajes que no se envían, empieza una historia que no estaba escrita... pero se empieza a sentir real, algo que ninguno de los dos esperaba.
Heredé la paciencia de mi madre y la sonrisa de mi padre. Tengo la paz de mamá y el desastre de papá, así encuentro el equilibrio en los momentos serios que enfrento.