Hadaporcina
La sangre y los lazos que arden como el fuego que corre por sus venas. En este tablero donde los dragones son fichas y el trono es el premio, emerge una figura inesperada: el joven Aemond Targaryen.
Un omega.
Un niño nacido sin dragón, sin gloria, sin lugar entre los rugidos del poder... hasta que toma por la fuerza al más grande de todos: Vhagar. Ese momento no solo marca su ascenso como jinete, sino como jugador. Aemond no será solo una pieza. Será la mano que mueve el juego.
Joven, peligroso, hermoso y educado en la diplomacia de los silencios y las miradas, Aemond pronto comprende que su condición de omega, lejos de ser una debilidad, es su mayor arma. En una corte infestada de alfas hambrientos de poder, él se convierte en el centro de deseo, obsesión y peligro.
Todos lo quieren.
Él no quiere a nadie.
Lo único que desea es el Trono de Hierro.
Y si eso significa jugar con el deseo, las ambiciones, los celos y las alianzas, lo hará. Uno por uno, Aemond convierte a sus enemigos y aliados en herramientas para su causa. Con sonrisa gélida, labios envenenados y mirada de fuego, se vuelve indispensable para todos y leal a ninguno.
Y luego está Daemon.
La bestia. El Príncipe Canalla. El dragón indomado. El único alfa que no cae bajo sus encantos su esposo... o eso parece.
Cuando la guerra se cierne y la sangre Targaryen se enfrenta a sí misma.
Pero Aemond tiene claro algo:
"Si para sentarme en el trono debo entregarme con el demonio, entonces bailaré con él hasta que no quede cielo ni infierno."
Entre pasiones reprimidas, estrategias que huelen a sangre, vuelos de dragón y alianzas construidas sobre mentiras y lujuria, Aemond tejerá una red donde todos quedan atrapados... incluso el temido Daemon.
Porque en este juego, el trono no se hereda. Se toma.
Y Aemond no descansará hasta que sea suyo.