En las sombras de Routatsu, donde los destinos se escriben con violencia y lealtades inquebrantables, dos almas se encuentran en un juego de silencios y cuidados no pedidos. Tian, pragmático y meticuloso, se aferra a su papel como el cerebro detrás del trono, mientras que Renji Arakawa, un enigma cubierto de cicatrices invisibles, desafía la lógica con su mera existencia. Entre vendajes y miradas furtivas, entre suturas y relojes para zurdos, se teje un vínculo frágil, casi imperceptible, como el roce de un pétalo en la piel. No hay promesas, ni confesiones. Solo pequeños gestos, silenciosos y constantes, que hablan de lo que ninguno se atreve a nombrar. Pero en un mundo donde el deber pesa más que el deseo, ¿cuánto pueden valer las pequeñas cosas? [Todos los derechos reservados]

Renji estaba acostumbrado a romances insípidos y fugaces: Cosas de una sola noche y personas demasiado desinteresadas en formar un vínculo más allá del aspecto físico y una sonrisa bonita. Y, sin darse cuenta, él fue desinteresado también. Renji era como un gato callejero que vaga por ahí y por allá, visitando mil hogares sin quedarse en ninguno y huyendo de cualquiera que quisiera forzarlo a quedarse y domesticarlo. Es curioso que la única persona que lograra atraer fuertemente a alguien como él fuese la persona que menos interés mostrara por retenerlo: Tian Mo, uno de los subordinados de su enemigo jurado. Sí, quizá en el fondo le gustaba la mala vida. Quizá, en el fondo, sabe que al fin encontró un lugar cálido y seguro. Tian significa demasiado en su vida.