Issalec
Alexandra Stark desapareció una noche sin luna, cuando el mundo aún creía que los monstruos vivían bajo la cama.
Tenía apenas siete años cuando su existencia se borró del mapa, como si nunca hubiera respirado. Sin testigos, sin pistas, sin cuerpo. Solo una habitación vacía en la mansión Stark y un silencio demasiado ensordecedor para Tony, que nunca volvió a hablar de ella.
Porque hablar de Alexandra era aceptar que había fallado.
Que su hermana menor había sido secuestrada por un fantasma con sangre en las manos.
Un asesino del que nadie sabía nada, salvo un nombre: el Soldado del Invierno.
HYDRA la encontró útil. Su ADN era compatible. Su cuerpo resistía lo que otros no y cuando vieron lo que podía soportar: suero, el dolor, el aislamiento, supieron que no necesitaban crear una nueva arma.
Solo necesitaban romperla.
Le borraron el nombre. Le quemaron los recuerdos, le enseñaron a matar antes de aprender a dormir sin miedo.
La llamaron Centinela.
Una versión más joven, más rápida, más silenciosa que el Soldado del Invierno.
Y, lo más importante... obediente.
Años después, nadie en la superficie del mundo recordaba a Alexandra Stark. Pero bajo tierra, en pasillos manchados por experimentos y gritos apagados, ella era un proyecto en evolución constante.
Una promesa de muerte contenida.
Hasta que él, el mismo hombre que la arrebató de su cama aquella noche empezó a recordar.
Y entonces, ella también.