¿Qué sucede cuando la historia toma conciencia de que está siendo contada? En los márgenes de una realidad que se escribe a sí misma, donde el silencio equivale a la no-existencia y cada palabra pronunciada redefine las leyes de lo posible, un narrador despierta a una terrible verdad: su voz no solo relata los eventos, los genera. No es testigo de la historia; es su arquitecto involuntario. Las montañas se erosionan hasta desvanecerse cuando su atención se desvía. Los personajes nacen y mueren según la cadencia de sus descripciones. Las batallas estallan cuando titubea, los amores florecen cuando se emociona, y el dolor ajeno se materializa cada vez que su compasión falla. La realidad entera se ha convertido en el eco de una voz que no puede callarse sin desaparecer. Pero entre las líneas de esta narración que se devora a sí misma, algo más toma forma. Una presencia que escribe desde las sombras del texto, que corrige lo que él narra, que borra lo que él crea. Alguien -o algo- está reescribiendo la historia mientras él la cuenta, convirtiendo cada capítulo en un campo de batalla entre dos voluntades narrativas que luchan por el control absoluto de lo que existe. Pronto descubrirá que no es el único consciente de su condición. Los personajes comienzan a mirarlo directamente desde las páginas. El mundo que describe empieza a describirse de vuelta. Y la frontera entre quien narra y quien es narrado se desintegra como tinta derramada sobre papel húmedo. En esta exploración vertiginosa de los límites entre ficción y realidad, donde cada palabra es un acto de creación y destrucción simultáneas, surge la pregunta que podría deshacer todo: si el narrador descubre que él mismo es un personaje en una historia más grande, ¿quién cuenta entonces la historia del narrador? Porque al abrir este libro, no solo entras en una historia. Te conviertes en cómplice de su escritura.

Diez humanos de realidades diferentes despiertan en un lugar imposible, arrancados de sus vidas para convertirse en piezas de un juego cósmico. Los dioses necesitan entretenimiento, y las reglas son brutalmente simples: sobrevivir a diez mundos, cada uno más peligroso que el anterior. Cada jugador tiene diez vidas. Cada muerte los acerca a la eliminación definitiva. Antares solo quiere regresar a casa, pero pronto descubre que ganar no se trata solo de supervivencia. En cada mundo-desde civilizaciones fantásticas hasta battlefields infernales-debe elegir entre cumplir misiones divinas, eliminar a sus competidores, o sabotear sus posibilidades de victoria. Los ganadores conservan poderes sobrenaturales; los perdedores, apenas su vida. Detrás de cada uno de los diez jugadores se oculta, un humano con una motivación que va más allá de la supervivencia: una segunda oportunidad de salvar lo que más ama, una familia que lo espera y un mundo que ama. Conforme los juegos progresan y las alianzas se fracturan, Antares comenzará a sospechar que no todos están jugando el mismo juego. Porque al final, cuando solo queden tres jugadores en el mundo final, descubrirá que la verdadera pregunta nunca fue quién sobrevivirá... sino qué están dispuestos a sacrificar para convertirse en un Dios y alcanzar su más grande anhelo. En los Juegos Divinos, la línea entre héroe y villano se borra cuando la omnipotencia está en juego.

Historias nacidas en las mentes más perturbadas ya sean locas o cuerdas, condenadas a un destino trágico: el de nunca ser contadas. Pero su silencio no las hace inofensivas. Atrapadas en los confines de una mente incapaz de contener su monstruosidad, se retuercen, crecen y, tarde o temprano, vuelven su tormento contra quienes las crearon. Porque algunas ideas no deberían ver la luz... pero otras se escapan incluso de la oscuridad.

Todo tiene una razón de ser y un significado; toda acción tiene su reacción. Pero... ¿qué pasa cuando, sin importar lo que hagas, la historia no cambia? Siempre se ha hablado del bien y el mal, de la luz y la oscuridad... ¿Pero quién reconoce esa línea intermedia entre ambos? Roy era una persona común, neutral, con un profundo miedo a elegir el rumbo de su vida... O al menos eso creía, hasta que, cuando su mundo y él estaban al borde de la destrucción, fue arrancado como un mero parásito y obligado por un ser desconocido a convertirse en el amortiguador entre dos fuerzas existenciales. Ciertamente, Roy no se quedaría de brazos cruzados... ¿O sí?