Keilam Bowers estudia en la Universidad de Bellas Artes, rodeada de rostros que aún siente ajenos, aunque su carácter narcisista e impulsivo le impide pasar inadvertida. Desde hace siete años lleva sobre sí la ausencia de su hermana, cuya sombra permanece viva en los lugares que frecuentaba, en los nombres que repitió y en las verdades que eligió callar. Dubravko Modric, recién llegado a la universidad como profesor de escultura, no tarda en fijarse en ella con una atención que roza lo indebido. Keilam persigue dos respuestas: las que giran en torno a la muerte de su hermana y las que nacen de su propia ambición por dejar atrás el miedo y aprender a decidir en lugar de obedecer. De ese modo, Dubravko Modric, ligado al pasado de su hermana y resguardado ahora por un círculo de poder, se convierte en su acceso más directo a las respuestas que persigue. "El placer y la obsesión solo encuentran sentido en una mente perturbada".

La familia Kessler inscribió a su hija en el internado "Hermanas de la Luz" justo cuando los rumores en su colegio anterior la habían reducido a dos palabras: «lesbiana perversa». Corrían los años 80' y, entre los bosques de Covenant, aquel lugar se enorgullecía de disciplinar a sus estudiantes con culpas y castigos. Y casi tres años de intentos fallidos bastaron para dejar claro que Tate Kessler no se dejaría someter. Ella nunca había sentido la necesidad de echarse atrás, excepto cuando se cruzó con la Hermana Velienne, la sustituta que tomó la clase de Anatomía. Quien, con sus inseguridades y una pureza nacida del temor a pecar, despertó en Tate una fijación inmediata. Desde entonces, sucesos inquietantes comenzaron a colarse en el internado. Velos rojos. Flores marchitas. Crucifijos que caen. Y allí, cuando la fe ya no le bastaba, Tate decidió entregarse a un hambre que solo se saciaría con la piel de una santa.