Alesdand
Cuando Ángel regresa al pintoresco pueblo que juró no volver a pisar, lo hace para cerrar de una vez por todas ese capítulo de su vida.
De pie frente a la querida flor de medianoche de su tía abuela, decide arreglar la antigua mansión y, con ello, prepararla para la venta.
Hay un pequeño detalle con el plan: Ferdinand. No sólo fue su amigo de la infancia, también su primer amor y ex pareja. Con pasos suaves se acerca él, ofreciendo su ayuda.
Lo que comenzó como un reencuentro cordial se convierte en recuerdos de promesas susurradas bajo esas paredes, en caminatas tomados de la mano por los senderos del bosque y en sonrisas que cicatrizan viejas heridas.
Sin embargo, una sombra se cierne sobre aquella dicha. Algo extraño se percibe: la gente del pueblo parece evitarlo, y el propio Ferdinand parece guardar un secreto que no se atreve a confesar.
Lo que Ángel descubre lo obliga a preguntarse:
¿Quién es, en verdad, el hombre de quien se está enamorando?
Quizá tan solo un corazón que se resiste al olvido.