Lando Norris dejó atrás las pistas para convertirse en uno de los ingenieros más brillantes de McLaren. Max Verstappen, campeón del mundo y sinónimo de intensidad, no está acostumbrado a perder el control... pero hay cosas que ni el talento ni los títulos pueden manejar. No trabajan juntos, pero el paddock es más pequeño de lo que parece... y evitarse no está en el reglamento.

París, una ciudad donde el glamour esconde crímenes a la luz de los flashes, Max Verstappen, un detective hosco y cerrado, aún lucha con la muerte de su compañero y amigo, Sergio Pérez. Pero cuando una top model es asesinada en circunstancias sospechosas, el departamento le asigna un nuevo compañero, Lando Norris, un ex modelo con un pasado en la industria de la moda, Max no puede ocultar su desprecio, para él, Lando es solo un "pretty boy" sin la experiencia necesaria para estar en el campo. Ambos son enviados a investigar, y mientras Lando usa su conocimiento del mundo de las pasarelas para descifrar pistas ocultas, Max se ve obligado a admitir que su compañero es mucho más que una cara bonita. A medida que el caso se vuelve más peligroso, y los fantasmas del pasado de ambos resurgen, la línea entre el profesionalismo y el deseo comienza a desdibujarse. Entre interrogatorios tensos, persecuciones entre vestidos de seda y confesiones a media luz, Max y Lando deberán enfrentar no solo a un asesino, sino también a sus propios prejuicios... antes de que sea demasiado tarde. Porque en el mundo de la moda, nadie es inocente.

En un mundo de alianzas peligrosas y traiciones silenciosas, el amor más improbable florece entre dos enemigos destinados a salvarse mutuamente.

𝖫𝖺𝗇𝖽𝗈, 𝗎𝗇 𝖼𝗁𝗂𝖼𝗈 𝖽𝗎𝗅𝖼𝖾 𝖾 𝗂𝗇𝗈𝖼𝖾𝗇𝗍𝖾, 𝗆𝖺𝗇𝗍𝗂𝖾𝗇𝖾 𝗎𝗇𝖺 𝗋𝖾𝗅𝖺𝖼𝗂𝗈́𝗇 𝗌𝖾𝖼𝗋𝖾𝗍𝖺 𝗒 𝗍𝗈́𝗑𝗂𝖼𝖺 𝖼𝗈𝗇 𝖬𝖺𝗑, 𝗊𝗎𝗂𝖾́𝗇 𝖼𝗈𝗇𝗌𝗍𝖺𝗇𝗍𝖾𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝗅𝗈 𝗁𝖺𝖼𝖾 𝗌𝖾𝗇𝗍𝗂𝗋 𝗆𝖾𝗇𝗈𝗌, 𝖺𝗎𝗇𝗊𝗎𝖾 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝖿𝗈𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗌𝗍𝖺́ 𝖺𝗍𝗋𝖺𝗉𝖺𝖽𝗈 𝖾𝗇 𝗌𝗎𝗌 𝗉𝗋𝗈𝗉𝗂𝗈𝗌 𝗌𝖾𝗇𝗍𝗂𝗆𝗂𝖾𝗇𝗍𝗈𝗌 𝖼𝗈𝗇𝗍𝗋𝖺𝖽𝗂𝖼𝗍𝗈𝗋𝗂𝗈𝗌. 𝖠𝗍𝗋𝖺𝗉𝖺𝖽𝗈𝗌 𝖾𝗇 𝗎𝗇 𝖼𝗂𝖼𝗅𝗈 𝖽𝖾 𝖺𝖻𝗎𝗌𝗈 𝗒 𝖽𝖾𝗉𝖾𝗇𝖽𝖾𝗇𝖼𝗂𝖺, 𝗅𝖺 𝗍𝗋𝖺𝗀𝖾𝖽𝗂𝖺 𝖺𝖼𝖺𝖻𝖺 𝗉𝗈𝗋 𝖽𝖾𝗌𝗍𝗋𝗎𝗂𝗋𝗅𝗈𝗌, 𝖽𝖾𝗃𝖺𝗇𝖽𝗈 𝗎𝗇 𝖺𝗆𝗈𝗋 𝗋𝗈𝗍𝗈 𝗒 𝗌𝗂𝗅𝖾𝗇𝖼𝗂𝗈𝗌𝗈.

Si destino encontrarse, su historia separarse. Un omega destinado a un alfa. Un alfa perdiendo a su omega.

Después de una boda intensa y dramática, Lando Norris y Max Verstappen comienzan su vida como esposos. Pero la felicidad se ve empañada por George Russell, quien arruina la celebración con su actitud hostil. Lando queda emocionalmente afectado, y Max, frustrado, promete vengarse. En medio de todo, deben viajar a Bélgica para la próxima carrera, y la tensión sigue creciendo. En el paddock, Max está colapsando. Ni los intentos de Christian Horner ni los de Toto Wolff calman la situación. Esa noche, Max echa a Yuki del cuarto y se encierra con Lando. Lo que sigue es una noche de pasión salvaje, sin ternura, solo deseo y entrega. Max reclama a su Omega con fuerza, reconectando con él a su manera. Al día siguiente, Lando logra la pole position. Max se llena de orgullo, pero también de furia: protegerá a su esposo a toda costa. Durante la carrera, saca de pista a George tras provocaciones, dejando claro que nadie se mete con su familia. Más tarde, George se disculpa con Lando sinceramente, y aunque Max aún guarda rencor, tolera su presencia. Al regresar a casa, Max carga a Lando, lo besa salvajemente contra la pared y celebra su amor. Ahora sí, son oficialmente los Norstappen.

Durante años, Lando y Max fueron inseparables. Dentro y fuera de la pista, compartían algo más que la adrenalina de las carreras: una relación que nació entre risas, complicidades y secretos en los paddocks. Pero el ego de Max... ese maldito ego, siempre lo arruinaba todo. Max no sabía cómo amar sin competir. Tenía que ganar en todo: en la pista, en las discusiones, incluso en el cariño. Lando, al principio, aguantaba. Siempre tan dulce, tan paciente. Pero hasta la ternura se cansa de los gritos, de los celos, de las palabras que cortan como cuchillas. "Solo eres un niño mimado con una sonrisa bonita. Sin mí no serías nada", fue una de las últimas frases que Max le lanzó una noche en Mónaco. Lando, con los ojos brillantes pero secos, simplemente se fue. Y esta vez no volvió. Meses pasaron, luego un año. Max seguía con su vida... o eso decía. Corría, ganaba, sonreía para las cámaras. Pero en el fondo, algo faltaba. No lo quería admitir. Hasta que lo vio. Lando, en una cena benéfica en Londres, sonriendo de verdad. A su lado, un tipo alto, de barba prolija y lentes. No era piloto. No tenía idea de motores ni banderas amarillas. Era profesor de historia del arte en una universidad. Se llamaba Alex. Y hacía reír a Lando como Max nunca supo hacerlo. La primera vez que Max los vio tomados de la mano, sintió una punzada. No era solo celos. Era pérdida. Era darse cuenta que lo que una vez fue suyo, ya no le pertenecía. Y lo peor: Lando no lo miraba con rencor. Lo miraba como se mira a un recuerdo... uno que ya no duele. Intentó acercarse. -Lando... podemos hablar? -le dijo en un evento, con la voz más suave que jamás había usado. Lando le sonrió, educado, distante. -Claro, Max. ¿Qué necesitas? Ese "¿Qué necesitas?" lo mató. Ya no había amor, ni dolor, ni siquiera rabia. Solo cortesía. Y Max se quedó ahí, viendo cómo Lando se alejaba, tomado de la mano de alguien que no necesitaba saber de Fórmula 1 para amarlo bien.

'' Porque yo si me di cuenta de lo que pasaba. ''

El destino no es algo que pueda controlarse, y en Mónaco, un simple paso fuera del paddock puede cambiar todo. ¿Será este el momento en el que se curen viejas heridas, o una oportunidad para que la rivalidad se convierta en algo aún más complejo?

Las historias de amor siempre inician con un un había una vez, pero nuestra historia no fue así, todo fue un completo caos. Siempre había sido un simple espectador. Lando creció con la Fórmula 1 como su religión, siguiendo cada carrera con la devoción de un verdadero fanático. No importaba la pista, la hora ni el país, él siempre estaba ahí, frente a la pantalla, viviendo cada adelantamiento y cada victoria como si fueran suyas. Y si había un piloto que le robaba el aliento, ese era Max Verstappen. Era ridículo, lo sabía. Max ni siquiera sabía que él existía, y probablemente nunca lo haría. Para él, Max era una estrella inalcanzable, alguien que solo podía admirar a la distancia. Hasta que, una noche, sus amigos cambiaron todo con un reto absurdo. -Solo mándale un mensaje -dijo Charlotte con una sonrisa traviesa. -¿Y qué le voy a decir? ¿Hola, Max, me encantas, por favor dime que me amas? -bufó Lando, cruzándose de brazos. -No seas dramático -se rió Maguie-. Solo dile algo normal. No va a responder igual, así que, ¿qué pierdes? -Exacto -apoyó Esteban-. Un mensaje y te dejas de rodeos. Era una tontería, pero el reto ya estaba hecho. Así que, con los dedos temblorosos, Lando escribió un mensaje rápido y lo envió sin pensarlo demasiado. Cuando la pantalla mostró el "visto", casi se cayó de la silla. Y cuando la respuesta de Max apareció segundos después, su vida cambió para siempre. Las historias de amor siempre terminan en un felices por siempre, pero ¿nuestra historia tendrá ese final?