En los recovecos más oscuros del castillo de Hárendal, donde la piedra se viste de humedad y los suspiros parecen ecos de antiguos pecados, floreció una historia marcada por la pasión, el orgullo y la tragedia. Keira, hija de Murad y Ayşe, no era cualquier princesa. Era la encarnación viva del fuego imperial: bella, indomable, con una mirada que podía helar la sangre de cualquier hombre... excepto la de Halbrand, el comandante más temido del oeste, cuyo corazón palpitaba únicamente por ella. Se amaban. De una forma salvaje y silenciosa. Con pocas palabras y muchas miradas, como si el universo conspirara cada vez que sus pieles se rozaban. Pero donde nace un amor tan intenso, también crece la envidia más venenosa. Y entre ellos se interpuso Lyssara, una mujer hermosa como la luna, pero fría como la muerte. Amiga aparente, dama de confianza de Keira... y obsesionada con Halbrand.