SmileCrazy05
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Alguna vez, entre las páginas desgastadas de un viejo libro, Bler descubrió la teoría de los tres amores. El primer amor, decía, llega en la adolescencia, cuando el mundo aún parece un lienzo en blanco. Es el amor que despierta mariposas en el estómago, que hace temblar las manos y acelera el pulso con una mirada furtiva. Es un amor inocente, donde cada roce se siente eterno y los defectos se disfrazan de perfección. Bler aún podía recordar el eco de ese primer amor, su risa bajo las estrellas del verano en una pequela laguna, cuando creía que el amor era suficiente para detener el tiempo.
El segundo amor, según el libro, es el amor de tu vida, llega con los pies más firmes en la tierra, cuando la vida ya ha dejado algunas cicatrices. No hay manos sudorosas ni promesas impulsivas, sino una felicidad profunda, tejida en conversaciones a medianoche y planes que se dibujan con cuidado. Es el amor que te enseña a mirar al otro con los ojos del alma, a construir desde la confianza y la verdad. Para Bler, este fue el amor que la hizo sentir completa, el que le mostró que la felicidad podía ser tan simple como un café compartido en la quietud de la mañana. Pero, como una ola que se retira tras besar la orilla, ese amor no estaba destinado a quedarse, dejándola con un corazón más sabio, pero también más pesado.
El tercero, es el amor para tu vida, el último, llega sin avisar, cuando el corazón ya no busca, cuando las expectativas se han desvanecido. Es el amor que te encuentra en la rendición, cuando has aprendido a caminar sola y el amor ya no es un anhelo, sino una sorpresa.
Bler, ahora escondida tras el volante de su auto conduce a su antiguo pueblo donde las calles y casas antiguas susurran historias, no esperaba que ese tercer amor llamara a su puerta. Pero el destino, como las mareas, siempre tiene su propia manera de escribir el final.