LanovataTr
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Hogwarts olía diferente ese año.
No era solo la lluvia golpeando los ventanales, ni el incienso de la clase de Adivinación que se colaba por los pasillos. Era algo más... más animal. Más profundo. Más personal.
Era el primer trimestre del quinto año, y los murmullos se esparcían como fuego en la Sala Común.
-¿Te enteraste? Ayer fue el primer celo de Lavender Brown -susurró una Hufflepuff con tono emocionado.
-¡Y Seamus se presentó como beta! ¡Pobre, quedó en medio de un caos! -rió otra.
Sí, habían llegado a la edad en que la biología mágica se manifestaba. Algunos ya sabían su naturaleza desde niños. Pero otros... otros esperaban la marca, la fiebre, el cambio.
La presentación.
Los alfas comenzaban a irradiar presencia: firmes, dominantes, con aromas intensos como bosque, fuego, cuero o tormenta.
Los omegas, por su parte, se volvían más agudos, sensibles a los olores, y comenzaban a tener los celos, un proceso doloroso pero natural, como un rito de paso.
Ron Weasley no esperaba nada.
En su cabeza, él era normal. Algo torpe, impulsivo y sin interés por nada que sonara a "presentación" o "destino".
Solo quería pasar su quinto año sin dramas, sin Malfoy... y sin llamar la atención.
Pero entonces, una noche de luna menguante, mientras subía las escaleras a su dormitorio, sintió el primer tirón.
Como fuego desde la espalda baja.
Como si su sangre empezara a hervir y todo lo que olía se volviera diez veces más intenso.
No entendía qué pasaba. Solo sabía que dolía.
Se encerró durante tres días, diciendo que estaba enfermo, mientras Hermione dejaba pociones en su puerta y Harry preguntaba preocupado.
Pero nadie se atrevió a decirlo.
Ron Weasley... era un omega.
Y en alguna parte del castillo, alguien comenzaba a notar su olor.
Un aroma salvaje, honesto, a menta fresca con un toque terroso. Un aroma que molestaba a Draco Malfoy más de lo que quería admitir.
Y aunque aún se odiaban...
El destino ya había comenzado