linny_456
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En el corazón brumoso de Lavenham, donde las campanas de la iglesia marcaban cada hora como un juicio divino, nació Catarina Alessandra Di león Borbón, hija menor de los duques más devotos y temidos del condado. Su piel parecía hecha de luz, y sus ojos -tan verdes que parecían reflejar la naturaleza y maleza misma- despertaban en los fieles una mezcla de devoción y pecado. Nadie se atrevía a mirarla demasiado tiempo; todos temían ver en ella la tentación que los santos prometían castigar.
Pero él sí la miró.
Él, el muchacho originario de aquella historia hecha para asustar a los niños, la leyenda del pueblo Bathory, de quien se decían cosas que las madres susurraban y los curas maldecían. Algunos lo llamaban "brujo"; otros, "engendro de luna y sombra". Su nombre se había perdido entre rumores, pero su presencia era inconfundible: donde él pasaba, el aire se volvía denso, los relojes se detenían y los suspiros parecían prender fuego al silencio.
Dicen que al verla por primera vez, él no sintió miedo... sino hambre.
No de su cuerpo -al menos no al principio- sino del brillo imposible que parecía rodearla. Ella era todo lo que el cielo bendecía, y él, todo lo que la tierra rechazaba.
Su historia no empezó con un beso, sino con una mirada. Una que duró demasiado. Una que cambió todo.
Él la deseó... y en ese deseo comenzó su ruina.
Porque amar a una santa puede redimirte...
...pero desearla con toda la oscuridad que uno lleva dentro, puede convertirte en leyenda.