Sherlock Holmes, el mejor detective consultor de todo el mundo. Con un IQ de 190, más que Albert Einstein. ¿Nadie puede ser más inteligente verdad? Puede ser todo lo que él quiera ser. Todos piensan que es un hombre arrogante, casado con su trabajo y que no tiene corazón ni sentimientos. ¿Sabéis porque? Porque él siempre ha pensado que el amor es peligroso y que es una gran desventaja. Hasta que se dio cuenta de que estaba solo y aunque pareciera extraño no quería acabar así. Entonces, cuando lo daba todo por hecho la conoció y las cosas cambiaron. ¿Pero cambiaron para bien o para mal? "-¿Me extrañaste? - dijo ella mientras le miraba fijamente a los ojos. -Todos los días de mi vida. Te extrañé incluso antes de conocerte - él respondió con una voz suave y tranquila. -¿Sabes qué? Yo también."

-Bésame, ahora-dije casi gritándole. No tenía razón de tal cosa. Deseaba con ansias que lo hiciera sin pedir explicaciones. -Y-Yo-No te conozco-dijo tartamuda y en su voz note que sentía miedo de mi. Y eso me encantaba. -Es una orden niña, no cuestiones y solo hazlo-dije con mi voz fuerte y fría. Quería que siguiera sintiendo miedo de mi. Eso me excitaba más. -No quiero hacerlo, por favor-dijo casi pataleando en el asiento de atrás. Que tonta y indefensa era. En esos pocos segundos observe cada detalle en el. Sus lunares perfectos que recorrían todas sus mejillas y llegaban hasta su cuello. En ese instante opté por observar sus ojos. Eran los más hermosos que podía a ver visto jamás. Los cerro en ese instante y sonreí por el acto seguido.