hannahdior
Sofía y Annaka se conocieron cuando eran niñas. Cada verano, los Gracery viajaban desde París o Nueva York a Napa para descansar entre viñedos, lejos del escándalo mediático y las luces del mundo de la moda. Mientras sus padres compartían copas y cenas largas, las niñas corrían descalzas entre los campos, se escondían en los barriles y dormían abrazadas viendo luciérnagas.
Annaka, hija única, encontró en Sofía un escape a su rutina ordenada; y Sofía, criada entre flashes y tutores, halló en Annaka el primer lugar donde pudo ser simplemente una niña. Eran opuestas, sí, pero se necesitaban.
Hasta que un verano, Sofía simplemente dejó de ir.