Xitlalli_Avril
El aire en Hogwarts comenzaba a enfriarse, cargado de hojas secas y murmullos inquietos. Octubre traía consigo más que calabazas encantadas y túnicas de gala: se acercaba el aniversario de la muerte de James y Lily Potter. Para Harry, esa fecha era como una herida que nunca cerraba, y este año dolía más que nunca.
La pérdida de Sirius aún lo perseguía como un eco constante. A veces, en los pasillos vacíos, creía escuchar su voz. O en el crujido de la chimenea, sentía que el fuego le hablaba. Pero no era magia. Era dolor.
Harry caminaba por el corredor del séptimo piso, con la túnica desordenada y los ojos más apagados que nunca. Las clases no lo distraían. Ni siquiera las bromas de Ron o la preocupación silenciosa de Hermione lograban sacarlo de ese estado.
-¿Estás bien, Harry? -le preguntó Hermione esa mañana, mientras desayunaban.
Harry no respondió. Solo giró la cuchara en su plato de avena sin probarla.
-Se acerca Halloween -dijo Ron, intentando sonar animado-. ¿Has oído del evento especial? Van a invitar a las familias de quinto año en adelante. Mamá quiere venir. Dice que es una buena excusa para vernos.
Harry asintió sin entusiasmo. Para él, la idea de ver familias reunidas solo le recordaba lo que no tenía.
Y luego estaba el verano. Ese maldito verano.