AshleyMoa
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Lando siempre había sido el más pequeño de todos, y no solo en edad cuando llegó por primera vez a la F1, sino también en estatura. Con apenas 1.61 metros, no importaba cuántos podios consiguiera o cuán rápido fuera en la pista: para el resto del paddock, siempre sería "el pequeñito". Al principio, le molestaba un poco. Pero con el tiempo, se dio cuenta de que ese cariño, esa ternura que todos le mostraban, no era por burla... era porque lo querían de verdad.
-¿Lando, otra vez no alcanzas la estantería? -bromeaba George mientras lo miraba estirarse sin éxito.
-Cállate, Russell -rezongaba Lando, haciendo puchero.
Pero había alguien que nunca se reía de él. Bueno... casi nunca.
Oscar.
Oscar Piastri tenía una forma muy particular de ayudarlo. No simplemente le alcanzaba las cosas. No. Él lo cargaba.
-Vamos, chiquito, te levanto -decía con una sonrisa ladeada, antes de pasar un brazo fuerte por la cintura de Lando y levantarlo con facilidad.
A Lando se le subían los colores al rostro cada vez. Oscar era tan calmado, tan sereno... pero cuando lo tenía en sus brazos, podía sentir claramente la tensión en sus músculos. Y lo peor (o lo mejor) era que Oscar no lo soltaba rápido. Siempre lo apretaba un poco más de la cuenta, pegándolo a su pecho como si lo quisiera proteger de todo.
-Ya... ya puedes bajarme -murmuraba Lando, sin mucha convicción.
-¿Seguro? Estás bien aquí.
Y no era solo eso. Había momentos en los que, en el motorhome, Lando terminaba sentado en las piernas de Oscar sin que nadie lo viera, especialmente cuando estaban en algún sillón apartado.