Los dioses erigieron los reinos a partir del caos. ‎Primero, Celestia, cuna de luz, poder... y orgullo. ‎Luego, el Umbral Eterno, donde la sombra respira y los susurros devoran la cordura. ‎Y finalmente, Abisal, un océano de calma engañosa, donde los secretos duermen... y también despiertan. ‎ ‎Tres reinos. Tres dioses. ‎Y una herida antigua que nunca cicatrizó. ‎ ‎De ese abismo nace Lyra, ‎una muchacha sin nombre ni linaje, ‎forjada en la soledad, templada por el fuego, ‎criada por un cíclope que conoce el precio del silencio. ‎ ‎El destino -cruel, hambriento, inevitable-‎la conduce hacia una espada envuelta en tinieblas, ‎una reliquia que late como si aún tuviera alma. ‎ ‎En su travesía conocerá a un ser alado, ‎mitad luz, mitad condena, ‎cuyo toque arderá más que el propio infierno. ‎ ‎Su historia es un descenso entre dioses rotos y promesas marchitas, ‎donde el amor puede ser una herida ‎y el poder, una maldición disfrazada de esperanza. ‎ ‎Una fantasía mitológica donde la belleza sangra, ‎el destino se tuerce, ‎y hasta la luz aprende a temer a la oscuridad. ‎

Hay amores que llegan a tu vida como un susurro y se quedan para siempre, aunque se vayan. Alejandro fue mi primer amor, mi refugio y también mi mayor miedo. Con él aprendí lo que era sentir tanto que dolía, lo que era querer a alguien con todo tu ser y, aun así, no saber cómo demostrarlo. Entre mis inseguridades y mis silencios, lo vi alejarse... hasta que un día me preguntó si me estaba lastimando. Esa pregunta cambió todo. Él se fue creyendo que así me protegía. Yo me quedé con la certeza de que nunca quise que se fuera. Esta es la historia de un amor imperfecto pero inolvidable. De dos corazones que se buscaron entre la confusión, el miedo y la esperanza... y que quizá, en algún lugar, sigan encontrándose.