Ava Castillo solo quería paz. Un techo donde vivir, aprovechar su beca en París y cero dramas. Así de simple. Pero entonces aparece Leonardo De Santos. Jugador de polo. Capitán de su equipo. Heredero de un apellido que le pesa más de lo que deja ver. Guapo, sí... pero también insoportable, arrogante y demasiado consciente de que podría romper corazones si quisiera. Ava tiene que trabajar con él. Por desgracia. Cada. Santo. Día. Primer problema: su novia lo trata como si fuera de su propiedad. Segundo problema: Ava pierde toda coordinación humana cuando él está cerca. Tercer y peor problema: él la mira como si quisiera pelear... o besarla. O ambas cosas a la vez. Entre accidentes absurdos, un perrito demasiado tierno, caballos con más carácter que su jefe y diálogos llenos de sarcasmo, Ava empieza a aceptar una verdad incómoda: El odio no está funcionando. La atracción solo lo complica todo. Cuando el niñito de mami decide que eres su nueva distracción favorita... el caos, la risa y el drama se vuelven parte del día a día. Lo realmente peligroso no es perder el control, sino descubrir que ambos podrían estar sintiendo algo para lo que ninguno estaba preparado... algo capaz de hacer que todo empiece a arder.