AshleyMoa
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Oscar Piastri lo tenía todo: fortuna, poder, apariencia. Era dueño de una de las compañías más grandes del mundo del automovilismo y no había una sola alma en su edificio que no le temiera. Era cruel. Despiadado. Un tiburón de traje y sonrisa cortante.
Sus empleados caminaban con miedo. Las mujeres eran sus blancos favoritos de burlas sutiles y órdenes humillantes. A los hombres los trataba como herramientas reemplazables. Nadie osaba levantarle la voz. Nadie... excepto Lando. Aunque, en realidad, ni siquiera él.
Lando Norris era diferente.
Un chico joven, dulce, de voz suave y ojos grandes que parecían no pertenecer a ese mundo de acero y cristal. Su trabajo oficial era asistente personal. La verdad... era mucho más que eso.
-Angelito -le decía Oscar, susurrándole al oído cuando lo llamaba a su oficina a puertas cerradas-. ¿Has sido bueno hoy?
Lando solo asentía. Siempre asentía. Era obediente, callado, y tímido hasta los huesos. Y eso, para Oscar, era un regalo divino. Lo adoraba en su propio y retorcido modo. Nunca le gritaba. Nunca lo humillaba. Al contrario... lo vestía con ropa cara, le ponía una oficina junto a la suya, lo mimaba con dulces y apodos tiernos.