Diez veces
―Me puedo acostar diez veces contigo y no enamorarme de ti― se sinceró con un tono cauteloso y rajatabla. No quiso ser grosero ni ofender su orgullo de mujer, pero habían límites que incluso el hombre más santo no podría cruzar. Olivia solo pudo sonreír a la vez que volteaba los ojos. Esa no era su meta, la pelirroja...