Harry Styles desapareció del estrellato hace años. No hay giras, ni entrevistas, ni álbumes nuevos. Afuera, los rumores no paran; adentro, en la intimidad de su hogar en Italia, Harry ha construido otra vida: la de ser mami, la de ser pareja, la de encontrar calma lejos de los reflectores. El mundo se pregunta cuándo volverá. Harry, en cambio, empieza a preguntarse si de verdad quiere regresar.

Hay omegas que nacen para luchar por sus sueños. Independencia, igualdad, libertad. Harry Styles no es uno de ellos. Él prefiere carteras caras, desayunos en la cama y una vida sin preocupaciones. Ya hizo lo que se suponía que debía hacer: estudió, trabajó, se esforzó. Y honestamente, ya tuvo suficiente. Entonces aparece Louis Tomlinson. Alfa. Rico. Imponente. Exactamente el tipo de hombre que Harry considera una inversión a futuro. Y si el universo se lo puso enfrente, sería de mala educación desaprovechar la oportunidad.

A veces, todo lo que se necesita para que dos mundos opuestos colisionen es un simple proyecto escolar. Uno que junta por azar a Harry, amante de los libros, la filosofía y los silencios cómodos, con Louis, una explosión de risas, fútbol y energía imparable. Lo que comienza como una colaboración obligatoria pronto se transforma en tardes compartidas, películas los fines de semana y miradas que dicen más de lo que deberían. Sin darse cuenta, empiezan a construir algo que se siente como el primer amor: torpe, dulce y absolutamente inolvidable. Porque descubrirse el uno al otro, entre debates, roces de manos y carcajadas, puede ser la parte más bonita del curso.