Kim-Callian
Detrás de una sonrisa, yace un abismo de soledad. Es una fachada cuidadosamente construida, un muro que protege un alma herida. La sonrisa puede ser radiante, una máscara de alegría que engaña al mundo. Pero los ojos, esos espejos del alma, revelan la verdad: una profunda tristeza que se arraiga en lo más profundo del ser.
Cada risa es un eco ahogado de lágrimas no derramadas, cada gesto de felicidad, un intento desesperado de convencerse a sí mismo de que todo está bien. Pero la realidad es un peso insoportable, una carga que se lleva en silencio. La sonrisa se convierte en una prisión, un disfraz que oculta el dolor, la desesperanza y el anhelo de un amor que nunca llega.