Lando siempre había sabido en qué se metía. Desde la primera vez que conoció a Oscar Piastri, sus instintos de Omega temblaron. No de miedo... sino de reconocimiento. Aquel Alfa de mirada fría, con un aura de muerte caminando detrás de él, no intentó esconder lo que era. Ni quién era. Oscar Piastri era el líder de una de las mafias más temidas del mundo. No dejaba testigos. No perdonaba errores. No distinguía entre hombre o mujer, viejo o joven. Si alguien lo traicionaba, el castigo era muerte segura. Y aún así... Oscar lo miró a él, a Lando, un Omega pequeño, dulce, con olor a vainilla y miel... como si hubiera encontrado el único lugar donde podía descansar. -Sabes lo que soy -le dijo Oscar la primera noche, mientras su voz profunda le acariciaba el oído-. No te merezco. -No me importa -susurró Lando, con las mejillas sonrojadas-. Solo quiero que me mimes. Que seas mío. Y Oscar fue suyo. De todas las formas posibles. Lando x Oscar = Landoscar