twdgrimes
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King County siempre había sido un lugar tranquilo, casi aburrido para quienes ansiaban emoción. Las calles estaban bordeadas de robles antiguos y casas de madera pintadas en tonos cálidos, donde el mayor alboroto era el canto de los pájaros al amanecer o el ladrido de un perro que corría tras una bicicleta. La vida allí tenía un ritmo lento y predecible, como si el tiempo se hubiera detenido décadas atrás.
Pero últimamente, ese equilibrio había comenzado a resquebrajarse. El rugido de motores militares y sirenas lejanas había reemplazado al canto de las aves en ciertas mañanas. Camiones camuflados recorrían las carreteras secundarias, y en las esquinas, soldados con el ceño fruncido intercambiaban miradas rápidas, como si compartieran un secreto que no debía llegar a oídos de los vecinos.
El aire estaba cargado de algo invisible, una tensión que no se podía describir pero que se sentía en la piel. Las miradas eran más largas, los saludos más breves, y en cada puerta entreabierta se adivinaban conversaciones en susurros. Las madres apretaban con más fuerza la mano de sus hijos al cruzar la calle, y los comerciantes cerraban antes de lo habitual "por precaución", aunque nadie se atrevía a preguntar de qué.
Ese día, el sol brillaba como siempre, pero la luz parecía menos cálida, como si también estuviera contagiada por el nerviosismo que flotaba en el aire. La rutina continuaba, pero lo hacía con pasos inseguros, sabiendo que algo -aunque nadie pudiera decir exactamente qué- estaba a punto de romper la calma para siempre.