biconveld
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Dicen que el destino no se equivoca, pero se toma su tiempo.
Ya se habían cruzado antes, en silencio. En una esquina cualquiera, en un recital, en una feria, en el bondi, en un partido.
Pero no era el momento. Todavía no.
Pasaron los años, y la vida los llevó por caminos distintos. Amores que no eran, charlas a medias.
Hasta que, de repente, todo se acomodó. Como si el universo hubiera esperado pacientemente que maduraran las ganas, que sanaran las heridas, que se volvieran lo suficientemente ellos como para encontrarse.
Y ahí estaban. Frente a frente.
Con los ojos diciendo lo que las palabras no podían:
Él, con esos ojos verdes que parecían selva después de la lluvia.
Ella, con esos ojos donde uno se puede perder sin miedo.
Se miraron y fue como volver a casa sin haber estado nunca ahí.
¿Era para siempre? ¿Para un rato? ¿Para marcarse el alma y seguir?
No lo sabían.
Pero sabían que no era casual.
Porque hay personas que no vienen a pasar, vienen a quedarse...
aunque sea en forma de recuerdo imborrable.