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Isabela era una cantante reconocida en muchos países, una voz que cruzaba fronteras y llenaba estadios con su energía y su sensibilidad. Desde muy joven, había soñado con dejar una huella en la música, y con cada canción lo lograba un poco más. Sin embargo, detrás del brillo de los reflectores, había una parte de ella que buscaba algo más: una conexión verdadera, una historia que diera sentido a cada nota que interpretaba.
Una tarde cualquiera, mientras descansaba en su estudio después de una larga gira, su teléfono vibró con una notificación inesperada. Era un mensaje de Quevedo, uno de los artistas más influyentes del momento. Le proponía colaborar en una canción nueva, una que llevaba por título "Gran Vía". El nombre despertó su curiosidad al instante; había algo en esas dos palabras que sonaba a destino.
Aceptó sin dudarlo, y los días siguientes se llenaron de llamadas, ideas y letras compartidas. Cuando por fin se encontraron en el estudio, la conexión fue inmediata. Las melodías fluían como si siempre hubieran estado esperando encontrarse. "Gran Vía" nació de esa química única, mezclando sus estilos y emociones en una pieza que hablaba del amor, del paso del tiempo y de las casualidades que cambian la vida.
El lanzamiento fue un éxito mundial, pero lo más importante no fue la fama ni los números: fue lo que surgió entre ellos. La música los unió más allá de los escenarios, y aquella canción se convirtió en el hilo invisible que los mantendría unidos para siempre. Desde entonces, "Gran Vía" no solo es una canción, sino el comienzo de una historia que ningún público podrá olvidar.