Sinopsis: Samurai que miraba al sol (Libro 1) Kaito es un joven samurái cuyo único objetivo es alcanzar la perfección. Bajo la tutela de su maestro, Seijuro, un guerrero imponente y de carácter apacible, Kaito ha dominado la disciplina del acero (Hagane no Kobushi), convencido de que la grandeza reside en la obediencia estricta del código. Sin embargo, su maestro, famoso por su obsesión por la limpieza y sus inesperados accesos de humor, entrena a Kaito para un propósito más elevado: que su corazón sea tan claro como el agua estancada (Shisui no Yaiba). La tranquila vida del dojo se rompe con la llegada de un mensajero que trae una petición de asilo de un daimyō fugitivo y corrupto. La antigua ley del honor samurái exige a Seijuro proteger al criminal, una orden que a Kaito le parece una afrenta a la justicia. Atrapado entre la disciplina (la orden de su maestro) y el instinto (el deber de proteger a los inocentes), Kaito lucha por encontrar su propio camino. El dilema se intensifica cuando Seijuro, con una copa de sake de más, le revela la hilarante historia de su juventud y su lazo familiar, obligando a Kaito a ver que el honor no siempre se encuentra en la punta más afilada de la espada. Cuando los soldados del Shogun exigen la entrega del criminal, Kaito debe tomar una decisión que lo enfrentará a todo lo que le han enseñado: desobedecer por justicia. Solo al fusionar la fuerza de su disciplina con la serenidad de su juicio moral podrá convertirse en el guerrero que mira al sol, y no solo a la regla.

El protagonista es un adolescente de diecisiete años, un asistente de hotel que ha construido una fascinación idealizada por Sara Retali, la estrella de la industria adulta. Para él, ella es la encarnación de la audacia, el poder, y la máxima experiencia. Un encuentro casual en el lobby rompe la distancia. Sara, cansada de su propia fama y artificio, se cruza con la inocencia torpe del protagonista. Arrastrado por el pánico de un error de trabajo, el joven se adentra en el área privada de Sara. No es un acosador; es un admirador que comete una invasión impulsiva. Sara lo descubre en la quietud de su lounge. Intrigada por su inexperiencia y su honestidad, ella ve en él un espejo que confronta su vida vacía. Lo que comienza como un secreto forzado pronto se transforma en una atracción mutua, profunda y prohibida, donde ella se convierte en la guía de su despertar emocional y sexual. La intimidad es total, con Sara experimentando con el joven inexperto. Pero su amor se asienta sobre la mentira original: la invasión accidental. Cuando el protagonista finalmente confiesa la verdad, Sara toma una decisión brutal: acepta la transgresión como la base de su vínculo.

En el pueblo de Santa Rita, Estado Zulia, donde las casas parecen recordar más que sus habitantes y el polvo flota sin caer, Vanessa y Daniel llegan como invitados a una boda que nunca se celebrará. No se conocen. No se buscan. Pero algo en el aire -el calor que no quema, el silencio que murmura- los empuja a encontrarse. Mientras el pueblo se prepara para un evento suspendido, los protagonistas descubren gestos que no sabían que llevaban, cartas sin remitente, y una historia que parece escrita en sus espaldas desde antes de nacer. No hay magia explícita, pero los objetos respiran, los espejos devuelven futuros, y el amor se presenta como una posibilidad que flota entre lo real y lo imposible. Los que se conocieron en la boda que nunca ocurrió es una novela sobre encuentros improbables, memorias prestadas y futuros que se filtran por las ventanas. Una historia donde lo extraordinario sucede con naturalidad, y donde el amor no se grita: se recuerda.