SabakunoAmbar
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La puerta se abrió de golpe.
Anri Teieri irrumpió como una furia doméstica: mascarilla verde de aguacate en la cara, rulos puestos, bata de satén rosa y una secadora de pelo en la mano apuntando como si fuera una pistola.
Detrás de ella, Jinpachi Ego en pijama de cuadros escoceses, con un machete de cocina que nadie sabía que poseía.
-¿QUÉ COÑO PASA AQUÍ? -bramó Ego.
Los once intrusos se quedaron congelados en mitad de la habitación, en posiciones ridículas: Karasu con la mano todavía en el hombro de Rin, Bachira abrazado a las piernas de Isagi, Chigiri con el móvil en alto como si fuera a tomar una selfie del crimen.
Rin se incorporó lentamente en la cama, el pelo revuelto, los ojos entrecerrados, y habló con una calma que helaba la sangre.
-Se metieron a mi habitación mientras dormía -dijo, voz baja y clara-. Llevan una semana acosándome. Creo que querían manosearme.
Silencio.
Anri abrió la boca. La cerró. La volvió a abrir.
Ego miró a los chicos como si estuviera calculando cuántos días de castigo equivalían a un intento de asesinato.
-¿Manosearte? -repitió Anri, la voz subiendo varias octavas.
Rin asintió lentamente, con cara de víctima perfecta.
-Entraron sigilosamente. Uno me tocó. Los demás miraban.
Karasu intentó defenderse.
-¡No fue así! ¡Solo queríamos ver su...!
Se calló cuando se dio cuenta de lo que iba a decir.
Ego levantó el machete un poco más.
-¿Ver qué, Karasu?
-Na-nada, señor.
Anri, con una velocidad sorprendente para alguien con rulos, empezó a agarrar orejas.
Una por una.
Primero Bachira (que lloriqueó).
Luego Isagi (que intentó disculparse).
Chigiri, Otoya, Yukimiya, Aiku, Barou... hasta el último.
Los sacó a todos al pasillo tirando de las orejas como si fueran niños de primaria.
-¡A la sala de castigos! ¡Ahora mismo! ¡Tres semanas limpiando los baños con cepillo de dientes! ¡Y sin postre hasta el año que viene!