No sé en qué momento dejé de caminar sólo en este mundo. Quizá fue a los cinco años, cuando una criatura pequeña como un suspiro me llevó de la mano al bosque. Quizá fue antes, cuando mi madre me arrullaba con canciones que ya no pertenecían del todo a los hombres. Este cuaderno no es un mapa ni una novela, sino una colección de encuentros: hadas, sombras, espíritus, y las preguntas que dejaron en mi carne. No busques aquí héroes ni finales felices. Lo que hallarás son memorias, retazos de una vida que se partió en dos: la humana y la otra. Escribo porque no quiero olvidar. Escribo porque lo bello también hiere, y lo terrible a veces es sólo otra forma de ternura. Si decides leer, hazlo sabiendo que todo lo que nombro sigue respirando en algún rincón del bosque.