Fue obligado por una amiga a leer una novela que jamás hubiera elegido, Mauro descubre un mundo de mafia y que solo provoca su burla... hasta que el destino le juega sucio. En una fiesta, entre alcohol y risas, aparece la figura imponente idéntico al personaje de esas páginas que juró despreciar. Mauro siempre había sido claro con sus gustos: mujeres rubias, con curvas bien marcadas y, a poder ser, pechugonas. Esa era su debilidad. Lo había dicho en fiestas, en entrevistas improvisadas, hasta en directos con sus amigos. Para él, pedirle a los dioses una mujer ideal era sencillo: "Que sea rubia y bien chichona" Hasta ese día, y si.Y ahí estaba él. Alto, rubio, con una presencia intimidante y un pecho tan ancho que cualquiera lo confundiría con una escultura viviente. No era una rubia chichona. Mauro se quedó helado. -No mamen... -susurró, entre confundido y molesto-. Pedí una rubia tetona y me mandan a este cabrón. El destino acababa de empezar a burlarse de él. Historia larga,