Panparaelsusto
Mitsuri e Iguro sobrevivieron a la preparatoria: líos, sustos, rivalidades raras, cartas anónimas y hasta Chisato... más o menos. Su relación era reciente, pero firme y cálida, como una flor que por fin encontraba la primavera adecuada.
Justo cuando creyeron que podrían disfrutar su amor sin sobresaltos, apareció el primer monstruo del mundo adulto: las decisiones universitarias.
Mitsuri, con su claridad habitual, eligió quedarse en Japón para seguir su vocación. Iguro planeaba acompañarla... hasta que el pasado vino a cobrarle una deuda. Ese pasado tenía nombre y cero paciencia: Chisato.
Ella regresó sin anunciarse, recordándole el acuerdo que habían hecho tiempo atrás. Su favor seguía pendiente, y no era pequeño: Iguro debía acompañarla al extranjero para terminar unos trabajos. Después de eso, quedaría libre. No había escapatoria, y la decisión lo desgarró.
El día de la partida llegó rápido.
El aeropuerto olía a despedida. Iguro estaba junto a Chisato, que revisaba documentos sin notar que a unos pasos había un corazón partiéndose. No muy lejos, Mitsuri intentaba no quebrarse; los otros pilares también estaban ahí, despidiendo a Iguro con palmadas torpes y buenos deseos.
Cuando anunciaron el abordaje, el mundo se redujo a un instante. Iguro avanzó unos pasos, pero antes de cruzar la puerta se giró. Buscó a Mitsuri.
Chisato lo llamó con impaciencia, pero él sostuvo la mirada un segundo más. Uno suficiente para dejar una promesa muda. Luego caminó hacia la puerta.
Mitsuri lo vio desaparecer entre pasajeros y maletas, como si los destinos se lo robaran por un tiempo. La promesa quedó flotando en el aire como un hilo invisible que aún los unía.
No era el final.
Solo el inicio de un futuro incierto, pero que seguía apuntando hacia ellos dos.
Imágenes no mías al igual que los personajes.