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La ciudad no dormía, pero aprendió a callar.
En sus rincones vivían historias a medias, grabaciones mal guardadas, poemas que nadie leyó. Y entre todas esas cosas sin terminar, estaban ellos. Dos personas que jamás pensaron coincidir... pero que, de algún modo, lo hicieron.
Ivonne Vogel tenía la costumbre de escribirle cartas al silencio. Lo llenaba de palabras que nunca enviaba, firmadas con tinta negra y cicatrices suaves. Era el tipo de chica que parecía distraída, pero escuchaba hasta las cosas que uno decía sin darse cuenta.
Tom Kaulitz aún olía a despedida. No hablaba mucho de su pasado, pero a veces lo tocaba con su guitarra sin saberlo. Guardaba canciones en carpetas que no abría desde hacía meses. Creía que el amor era como grabar sobre una cinta vieja: nunca se borraba del todo.
Se conocieron por error. O por destino. O por esas cosas que no sabes nombrar pero igual cambian el rumbo de todo.
Y mucho antes del principio, pero justo después de haberse roto un poco, ocurrió esto:
> -¿Y si mañana ya no estamos juntos? -preguntó ella, sin mirarlo.
-Entonces no borres esto -dijo él, alcanzando su grabadora vieja-. Que al menos nos quede el audio.
-¿Solo eso?
-Y las canciones. Siempre quedan las canciones.
El tiempo después los volvería extraños, los haría dudar, los separaría.
Pero en algún rincón de la ciudad, a medianoche, seguía sonando la misma cinta.
REC.
Tom Kaulitz x OC