En un mundo donde el deber se impone sobre los sueños y los nombres pesan más que los latidos, un joven pintor ha dejado que el polvo cubra sus pinceles, temeroso de dar color a un lienzo vacío cuando su propio mundo quedó en blanco y negro tras la partida de quien le enseñó a mirar el cielo. Pero incluso los inviernos más largos ceden ante la promesa de la primavera. Un encargo inesperado, un viaje en un mar de silencios y promesas, y un encuentro con un joven de ojos de aurora y sonrisa de miel podrían devolverle la paleta de colores que juró no volver a tocar. En un tiempo donde amar es un riesgo, y ser uno mismo es un desafío, descubrir que el amor puede ser un acto de valentía y un trazo de luz en la penumbra será el retrato más valioso que jamás pinte. Porque a veces, para volver a amar, uno debe aprender a ver de nuevo. Y a veces, entre mil colores, uno encuentra a quien se convierte en su color favorito.

Nico di Angelo ha luchado contra gigantes, dioses, y el trauma de literalmente morir (más de una vez), pero nada lo preparó para el reto más difícil de su vida: confesarse al chico que le gusta. Will es todo lo que Nico no se atreve a admitir que necesita, la luz que se convirtió en su refugio seguro, el responsable de que en su mundo de sombra pudiera existir un amanecer gracias a esa sonrisa tan suya que, por los dioses, le causa taquicardias. Pero entre eventos desastrosos, señales malinterpretadas y ataques de vergüenza, Nico descubrirá que declararse no es solo decir "me gustas", es aprender a aceptar que también es digno de ser querido. Will Solace, en cambio, carga con pequeñas sensaciones que no sabe cómo tomar o interpretar, llevando una constante interrogante de qué es exactamente lo que siente cuando Nico está cerca de él. ¿Es solo su amigo o, en el fondo, siempre sintió algo más que amistad y admiración?