reazurah
La muerte dudó antes de acercarse al guerrero. Le extendió sus brazos, todavía anhelantes de amor y destrozados por la pérdida, invitándolo a unirse a su parsimoniosa danza. El pájaro que tan felizmente la acompañaba con su canto, yacía muerto sobre la rama. Las flores ya no eran hermosas, las luciérnagas habían sido devoradas por el albor.
Sin embargo, la muerte seguía tan hermosa como siempre.
Su Kunikuzushi seguía tan hermoso como siempre.