PaulaGrint
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El mundo se acabó cuando yo era una niña.
Entre ruinas, fuego y muertos andantes, aprendí que la vida no siempre es un regalo.
Recuerdo vagamente sus nombres: Bravo y Cuervo, dos soldados que aparecieron de la nada para protegernos cuando todo estaba perdido.
Fríos. Inquebrantables. Silenciosos.
Para mí eran como máquinas de hierro creadas para acatar órdenes... hasta que el tiempo me enseñó que incluso el acero puede sangrar.
Ahora, muchos años después, mientras la humanidad intenta levantarse de sus propias cenizas, los recuerdos vuelven a mí como fantasmas. Y empiezo a comprender que lo que ocurrió aquella noche fue mucho más que una simple misión de rescate.
Porque algunos héroes no buscan la gloria.
Solo quieren dejar una última huella antes de desaparecer.